Archivos para 23 noviembre 2016

Ce, Ce, O, O (Sátira III)


Es difícil hacer algunas críticas desde la izquierda porque siempre temes dar coartadas a la derecha. Pero ahora que ya todo es derecha… bueno, ahí va.

Primero, los datos.

Según el Instituto Nacional de Estadística, a 1 de enero de 2016, 1,79 millones de empresas no emplearon ningún asalariado. El 55,3% del total. Además casi otras 900.000 (el 27,7% tenían uno o dos empleados. Es decir, el 83% del tejido empresarial español, al comenzar el año que casi termina, tenía dos o menos asalariados. El 60% de las 1.791909 empresas sin asalariados están en el sector servicios, después vendría el Comercio (21%) y el sector de la Construcción, con un 14,5%. En el sector Industria solo el 4% son empresas sin ningún asalariado.

Los datos completos donde se encuentran estas cifras están a disposición de quien quiera verlas en detalle en: http://www.ine.es/prensa/np984.pdf

Este mapa, fruto de la híper disgregación de los sujetos empresariales inducidos por la cultura del empleo autónomo, del autoempleo y del emprendimiento, es el que describe el panorama laboral de España desde hace ya mucho tiempo.

Estos datos hablan, por debajo de la cifra, de lo que todos conocemos, de un país de autónomos o de microempresas cuya supervivencia en el tiempo tiende a ser corta (la mitad de las empresas con más de 20 años son empresas de más de 20 empleados) y sobre todo cuyas condiciones son extremadamente precarias. La crisis ha golpeado duro a microempresas, a autónomos y a profesionales emprendedores (no digamos ya entre las cohortes de población femenina y joven) y ha contribuido, además a enmascarar no solo situaciones de precariedad y desamparo social, sino cifras de desempleo y situaciones de riesgo extremo. Traducido de la jerga socioeconómica, montones de personas que en 2006 iban de vacaciones a Cancún eran vistas –y siguen siéndolo– por sus convecinos rebuscando en los contenedores de basura y pasando os inviernos sin luz y sin calefacción.

Hace ya seis años nuestro Gabinete hizo un estudio cualitativo sobre los autónomos, y el resultado fue desgarrador a nivel humano, triste en lo económico y absurdo en lo político. Porque lo que esconden también estas cifras es una realidad tan grave que hacemos chistes con ella. Ya se sabe que cuanto peor es el drama que nos afecta, más chistes hacemos, y que en España no hay noche más divertida que una noche de velatorio. Esta realidad es la de personas que no pueden enfermar porque no pueden perder un día de trabajo. Es la realidad de personas que, cuando cobran por su trabajo, lo hacen a precios vigentes hace 25 o 30 años (por ejemplo: los grupos de discusión, entrevistas y encuestas empleados en estudios sociológicos tienen ahora los mismos precios medios que cuando yo empecé a trabajar en el año 1983) y que han tenido que tributar y pagar el Impuesto sobre el Valor Añadido independientemente de que sus clientes hubieran pagado o no, contribuyendo así a financiar al Estado sin tener ninguna contraprestación.

Esto es tanto más doloroso cuando no se tiene, por tanto, derecho a baja laboral remunerada –puesto que depende de uno mismo y por tanto no es posible que un enfermo de baja se pague a sí mismo cuando no puede tener ingresos—ni tampoco a cobertura de desempleo si la actividad cesa por la causa que sea. No hablemos ya de la presión de clientes que demoran más de 200 días los pagos, de los impagos que, al menos en el sector servicios y en el de comercio son regla habitual, de las rebajas constantes de precios o de intercambio de servicios, etc. Añádase al estofado el hecho de que, en un número que sabemos enorme pero indeterminado, en las microempresas, los emprendedores y autónomos cobran como tales, facturando más IVA menos IRPF. Como no se cobra bajo nómina (a ver quién se arriesga), pedir un crédito a un banco o a una financiera del automóvil es pasar por un proceso cuasi inquisitorial cuyo resultado es incierto, como mínimo. No hablemos tampoco de que la cuota, desorbitada, se paga se ingrese o no se ingrese.

Este tejido industrial, este panorama humano, me ha hecho pensar siempre en las casas de madera del medio oeste estadounidense: casas bien hechas, fáciles de construir y de mantener por uno mismo, acogedoras… pero extremadamente vulnerables a tormentas, tornados y otros desastres naturales. La crisis, ese desastre nada natural, se ha llevado por delante, incluso a algunos varias veces, a muchas personas que ahora no tienen ni facturación, ni cobertura, ni amparo de ninguna clase. De Cancún al contenedor o al comedor de Cáritas. De La Moraleja a la Ventilla.

En todo este tiempo de crisis, muchos de los indignados, de los que han luchado por un cambio, de los que no han encontrado respuesta económica en un modelo simplista y desarrollista que no se puede ya reactivar,… en todo este tiempo de desamparo, de angustia, de suicidios ocultados por los medios, de jóvenes y viejos que van quedando fuera del movimiento económico, a quienes ya no rescata un crecimiento de más del 2%… en la calle, en las instituciones, en los medios, en la vida social, en la resistencia y la protesta hay un actor ausente. Un actor que no ha visto o no ha sabido qué hacer con este drama. Un actor que negocia con Renault, con El Corte Inglés, con FCC, con las empresas grandes de todos los sectores, salarios medios, convenios, Prevención de Riesgos Laborales, formación –ya poca porque… bueno, porque…– cuotas de cobertura de desempleo, jubilaciones. Pero que no ve a quienes están solos, o con su hermano, o con su amigo de toda la vida, socio y compañero de furgoneta, de mesa, de barra.

¿Dónde, en el nombre de todas las víctimas, están los sindicatos?

Y, por favor, no me contestéis los sindicalistas concienciados, preocupados, que nunca habéis dejado las luchas. Ni los que habéis sido víctimas de los sindicatos como empresas empleadoras en precario y a pesar de todo creéis en su necesidad y en su lucha.

Son más necesarios que nunca. Pero son los primeros responsables de haber perdido casi todo lo que sus antepasados consiguieron.

Por favor, repensad y volved.

Por favor.

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Mea culpa, mea grandissima culpa (Sátira II)


Acabo de ver un celebradísimo programa en el que han vuelto a echarme, a echarnos la culpa a los espectadores nada menos de lo que pasa en la República del Congo. El antiguo Congo Belga perteneció personalmente al rey de Bélgica, que instauró un régimen que hubiera avergonzado a los nazis. Luego fue Zaire. Y luego, para fastidiar a los alumnos de Geografía, la República del Congo. Compramos móviles que utilizan el coltán, definición coloquial de un mineral combinación de columbita, u óxido de niobio con hierro y manganeso, y tantalita, oxido de tántalo (o tantalio que se decía en mi época de EGB) también con hierro y magnesio.

En ese programa se vino a decir (o eso es la sensación que le ha quedado a la gente que ha opinado en redes sociales) que por el hecho de comprar un aparato electrónico uno se hace cómplice de los paramilitares que vigilan las minas que pertenecen a multinacionales y no al país en cuya tierra se han encontrado. Por el hecho de estar escribiendo este artículo en un aparato electrónico, yo soy culpable por omisión o por complicidad de las violaciones y las torturas sexuales que mujeres, niñas y niños sufren en un número indeterminado pero enorme, incluyendo la introducción de objetos punzantes y aun armas en las vaginas o en los orificios anales de las víctimas.

Pero nuestra complicidad culpable no acaba en lo expuesto por este programa. Culpables de la deforestación de las selvas subtropicales son quienes quieren cuidarse con productos derivados de la soja; culpables quienes se alimentan de carne estabulada; culpables quienes se alimentan de verduras cultivadas con métodos industriales; culpables quienes no saben si su fruta o su zanahoria provienen de campos donde Monsanto ha esparcido sus insecticidas o sus semillas patentadas; culpables quienes tienen que ir a su trabajo en automóvil porque no tiene transporte público barato a su alcance; culpable quien viste piel, pero también quien viste piel sintética derivada de combustibles fósiles refinados; culpable quien dona a organizaciones que pueden implantar un neocolonialismo en regiones en conflicto; culpable quien no dona y mira para otro lado… Hay que ver. Y todo bajo la atenta mirada de los verdaderos culpables, encantados de ver cómo se culpabiliza a un niño que quiere una videoconsola y no a quienes financian, comercializan y controlan la defensa privada de minas, campos y ganados.

Está claro que el consumo responsable es un arma poderosa, como se lo demostró Francia a Nestlé hace tantos años. Está claro que nuestra acción de seleccionar el origen y exigir la trazabilidad de los bienes y servicios que consumimos es una fortaleza que, puesta en marcha de manera mayoritaria, sería casi revolucionaria. No podemos dejar de insistir en concienciar y reforzar a la ciudadanía en esa dirección. Pero el pequeño Évole me hubiera ganado si en su programa hubiera dado una lista de los accionistas de las empresas extractoras de coltán en condiciones de esclavitud; de las empresas extractoras, comercializadoras y de logística que sostienen el chiringuito; de los países que amparan a estas empresas y su actividad comercial y bursátil; de las empresas a las que se contrata y subcontrata la mal llamada “seguridad”, empresas de mercenarios y paramilitares que podrían acabar con ejércitos de pequeños países sin bajas, que forman a niños soldados y usan la violación y la tortura sexual (o la permiten y animan) como arma estratégica de división entre las etnias que se disputan el control de las zonas mineras. Mutatis mutandis, podría haber dado la lista de empresas que sí pagan a sus trabajadores un sueldo digno. Que sí utilizan los canales legales de distribución y comercialización, y cuyos beneficios recaen en el país dueño de la materia prima. Querido Jordi: ¿dónde estan los violadores, quienes les pagan, sus diplomáticos corruptos, los gobiernos de sus países de origen, los cómplices –estos sí– del gobierno fantasma congoleño? ¿Dónde los buitres y cómplices de Rwanda y otros países limítrofes? ¿Dónde está China, Europa, Estados Unidos? ¿Dónde nuestra querida, modélica, envidiada Holanda o la pacífica Bélgica?

Pero no. Toda esa gentuza puede respirar tranquila porque ya hemos señalado que el malo es el chaval que quiere un aifon, la abuela que necesita una Tablet con Skype para hablar con su nieto que curra en Irlanda. O el que no se puede permitir un fairfon porque no tiene estatus para ser buen ciudadano, buen ecologista, un no culpable, vaya.

Y cuidadito con lo que tenemos en casa: en Equo el programa ha sido un clamor, pero las decisiones de órganos de gobierno, las votaciones y un montón enorme de la actividad del partido se hace de manera casi exclusiva a través de plataformas de telecomunicaciones electrónicas.

Y luego un  tema que vendrá más adelante en esta serie: ¿y si estamos viendo cuál será nuestro futuro en una sociedad de recortes, de gobiernos de corruptos y payasos de feria, de reformas laborales rayanas (por el momento) en la esclavitud, en una sociedad estrangulada y vigilada por ejércitos privatizados a las órdenes del poder financiero?

Y en todo este paisaje y ante este futuro que ya está aquí, ¿dónde están los sindicatos?

Porque, a lo mejor, de algunas otras cosas que importan sí somos responsables. Continuará.

P.S: Un retrato seco, real, inapelable de esta porquería la tenéis inmejorablemente escrita en el libro de John Le Carré La Canción de los Misioneros. Plaza & Janés, 2007 (creo, aunque el original inglés me parece que es de 2006).

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La indignación oculta se ha vengado (Sátira I).


Lo que ustedes van a leer de este párrafo en adelante requiere de cierto cuidado conceptual y seguramente un porcentaje nada desdeñable de gente es muy posible que lo malinterprete. Estoy abierto a cualquier aclaración o debate. Va de uno de los factores que creo han sido decisivos en las Elecciones Presidenciales de los Estados Unidos de América y del crecimiento de los llamados populismos en Europa. Para más factores, más sátiras futuras.

La presunta izquierda en la que creemos compartir espacio de transformación y cambio es una lata para mucha gente. La izquierda presunta en la que llevamos entrando y saliendo algunos desde poco antes de la muerte de Franco, en una cama de hospital y a muy avanzada edad, se ha convertido en algo que a mucha gente la harta, le supera o, sencillamente, ha dejado de estar a su alcance.

La presunta izquierda que por ejemplo en España ha dado el poder al único partido procesado en los tribunales de la historia de nuestra Democracia es la misma que acaba de perder frente a alguien que en cualquier otra época histórica mínimamente seria hubiera sido considerado poco menos que un payaso y una curiosidad vecinal. Y las otras presuntas izquierdas en las que estamos, hemos estado o tenemos la tentación de estar no van por mejores caminos. Y es que somos un auténtico incordio. Somos una panda de empollones, pedantes, enamorados de nosotros mismos y tenemos planteamientos dificilísimos de explicar, que necesitan cientos de matices y encima no sabemos debatir. Pero sobre todo, a la gente normal la tenemos harta. En Estados Unidos la gente que ha votado a Trump (teniendo en cuenta que Hillary Clinton es tan de izquierda como lo pueda ser María Dolores de Cospedal, por ejemplo) está muy indignada, solo que ha incubado esa indignación en silencio y callada y minuciosamente, han puesto en la papeleta su pequeña venganza contra la presunta izquierda. Contra nosotros.

Las fuerzas progresistas, la izquierda, los movimientos de transformación, sabían hablar a la gente que antes se llamaba sencilla. Hasta que de esa gente surgimos los listos, las élites del análisis, los empollones del arte, la cultura y el análisis sociopolítico. En el momento en el que para ser de izquierda había que ser titulado o, mejor, doctor en algo, se fue jodiendo el Perú. Y si encima quiere uno ser ecologista, ni te cuento. Igual con una ingeniería no nos llega.

Las presuntas izquierdas hemos ido tejiendo un aparato cuasirreligioso en el que el debate, para empezar, está mediatizado por las formas. Si uno o una quiere hablar normal, emplea el neutro en su expresión oral o escrita y no pone arrobas, equis o directamente habla en femenino ante una audiencia puede ser vilipendiado en privado, en público, en las redes y hasta en una cena de cuñados. Así que ojito con lo que hablas.

En este nuestro ambiente cuasiconventual, mal está si uno se pone corbata o se la quita; sospechosa es una si lleva tacones o no; cautela con las viejas cazadoras que pueden ser de cuero o nada de zapatos de ante o de gamuza azul ni en los viejos vinilos, porque serás crucificado.

Sospechoso cuando no culpable serás de los males que aquejan a los que padecen pobreza energética porque dejas tus electrodomésticos en estánbai, porque has comprado en el súper y te han dado una bolsa de plástico, porque una vez tiraste el chicle en un alcorque, porque aún, miserable descamisado, no te has gastado 25.000€ en un coche híbrido y sigues con tu diésel de 8 años. Tú eres el culpable de la catástrofe ambiental.

¿Qué decir del problema de los refugiados? ¿De los manteros? ¿De las minorías éticas, sexuales, de los muy jóvenes, de los muy viejos? ¿Cuándo te preocupas por ello, miserable chupatintas? ¿Qué es eso de usar la crisis para dejar de pagar a Unicef, ACNUR, Médicos sin Fronteras, Greenpeace…? ¿Hasta cuándo vas a creer que con una sola suscripción y un SMS tienes tu conciencia silenciada?

No digas que no vas en bicicleta porque vives en la Carretera de la Playa. Cómprate una eléctrica.  No digas que comes carne, porque serás el responsable de la deforestación, del cambio climático y del maltrato animal. No comas mucha verdura, porque talan bosques para cultivar la que consumes. No seas ovolácteo porque las granjas de gallinas y vacas son inhumanas. Y ojito con apoyar la energía solar porque nuestros ingenieros te dirán que no es para tanto. Piensa además en la eólica que tantos pajaritos mata. Pero, obviamente, tienes que apoyar las renovables. Ya te diremos cómo.

Esta caricatura al estilo de Juvenal (el original romano, no el epígono que os escribe ahora) nos deja un hombre o a una mujer blanca, casada, que se desloman a trabajar o llevan tres años o más en paro, que dicen tacos ocasionalmente sexistas, que alguna vez  han contado un chiste de mariquitas, que le han dicho a una compañera o a un compañero “qué guapo vienes hoy”,  que han comido carne, que tienen un coche diésel porque les dijeron que contaminaba menos al consumir menos, que no tienen carnet Joven porque no son jóvenes, que no tienen carnet de la 3ª Edad porque no son viejos, que no tienen ingresos suficientes para ser ecologistas, para comer ecológico, para tener un coche eléctrico, que no tienen preguntas difíciles sobre sus vidas, sobre los ladrones que les han robado, sobre la mierda de mundo en que viven y que se dirige a un abismo del que les hacemos sentirse culpables, que van al cine a divertirse, que leen el Marca o el As o el Semana y que a veces ven (¡ah, pecadores horrísonos!)  Sálvame Limón.

Esa gente está indignada. Pero indignada contra nosotros, las élites, que les culpamos de todo, que les decimos que si no entienden nuestras soluciones es porque no leen lo suficiente, que si no acertamos haciendo encuestas les llamamos mentirosos, que antes que ellos están todas las minorías, todas las mayorías, todos los que ni son ni hablan ni viven como ellos.

Pues bien, esta gente, en Estados Unidos ahora, pero seguro que en Europa después (en Italia ya pasó) está muy indignada, tiene un sobre con un voto y es peligrosa. Y nosotros somos tan listos, tan listos, pero tan listos, que cuando la depositen en la urna no vamos a saber por qué.

Qué listos somos.

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Sí, he votado por mi primo.


Algunas, algunos de vosotros habréis oído esta expresión refiriéndome a Juantxo López de Uralde: “mi primo”.  Como hay un compromiso de transparencia en este partido explicaré, ahora que dejo de tener un papel orgánico en Equo, de dónde viene la expresión.

En enero de 2011 hicimos una investigación de tipo cualitativo acerca de la percepción, valoración y motivación al voto de un partido ecologista en España. Yo había oído hablar de Juantxo, como tantos de nosotros, pero no de Equo –aunque ya funcionaba la Fundación y la Gestora—y menos de un partido ecologista serio, por fin, en el panorama electoral de nuestro pobre, esquilmado país. En los grupos de discusión había que enseñar una foto de Juantxo para ver si le conocían, cuántas personas y, dentro de éstas, qué perfil tenían. Hubo  en todos los grupos, pero en todos, quien invariablemente dijo “es familiar suyo, ¿verdad?” Cuando conocí a Juantxo personalmente, al presentar el estudio a finales de aquel mes de enero expliqué esta curiosidad y a medida que fuimos viéndonos y fuimos teniendo más confianza, se convirtió en mi “primo”. Ya que todo el mundo decía que éramos parientes…

Quizá por estas cosas y por habernos visto juntos durante tantos años bajando de un coche donde nos habíamos juntado aún de noche para evitar el atasco, resoplando después de andar media hora para llegar a un sitio que estaba “a cinco minutos” o en actos que a veces eran seguidos por los medios y a veces por medio, pensaríais que le prefiero como co-Portavoz por motivos afectivos, sentimentales, cosas así.

No. Las cualidades humanas de Juantxo me valen para ser su amigo, su primo, su compañero en tantas cosas, en tantas noches de llamada a la familia, de cenar corriendo en un área de servicio, de cagarse en todo cuando a la Real le metían un gol, o de esa voz que le cambiaba hablando con Juanito, su hijo. No. Además, esas cualidades se verían contestadas por esos trolls incansables a los que una vez les dirigió un mal gesto, o no les miró con la sonrisa adecuada o no les atendió como creían merecer. No.

A Juantxo le he votado porque tiene muy clara la idea de qué es Equo; la importancia de estar en las instituciones, no para Equo, sino para los seres vivos que poblamos el planeta; el considerar que esto es una herramienta de transformación, no una fábrica de carguitos burocráticos para nuestros pequeños dictadorzuelos de aparato; y, finalmente, porque es un tipo políticamente de fiar.

Fijémonos en que normalmente a Juantxo no se le ha rebatido en este partido sino con argumentos ad hominem (para los del plan nuevo: atacando a la persona y no a lo que dice). Se le ha puesto a parir de mil modos. Pero no se ha podido discutir que si la decisión de Equo era confluir ha apostado por la confluencia. No ha esperado a ver por dónde viene el aire ni ha desgastado a sus compañeros ni a la organización. Ha sido siempre leal políticamente a Equo y a sí mismo. Ha escuchado, leído e interpretado –con ayuda, con equipo, con olfato—la situación política hasta conseguir lo que los verdes en España nunca habían conseguido, algunos de los cuales es posible que le machaquen precisamente por eso.

No. Tengo motivos personales para votar a Juantxo. Y muy serios motivos personales para no votar al resto de los candidatos y candidatas, a quienes también conozco bien en sus facetas humanas, éticas y políticas. Pero esto no es por simpatía, ni por ser mi primo. Igual que creo que Marta Santos es una política de futuro y es por quien voy a apostar, voy a votar por mi primo no porque lo sea, sino porque es con quien hemos llegado hasta aquí y con quien podemos confiar en que seguiremos alcanzando nuevos objetivos.

¡Vamos, primo!

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